Ya tenemos la Navidad a vuelta de la esquina, así que espero que todos estéis preparados para acudir en masa a los grandes almacenes y comprar un montón de regalos para todos vuestros amigos y familiares. No olvidéis tampoco que en estas fiestas el mejor marisco y el champán francés no deben de faltar en vuestra mesa. Y en cuanto a los niños, ¡por Dios!, entre abuelos, tíos y demás familia a ver si entre todos conseguimos llenar sus habitaciones de tantos juguetes que no consigan entrar y tengan que dormir en el pasillo.
La verdad es que disfrutar de estas fechas valorando la compañia de las personas queridas como el más preciado de los tesoros, enseñar a nuestros hijos que tienen mucha suerte de contar con el amor de una familia que los ama... pues, la verdad que no se lleva mucho. Se lleva más presumir ante el cuñado de turno del último BMW que nos hemos comprado, regalar a mamá la colonia más cara sin ni siquiera saber cuál es su fragancia favorita, o invitar a nuestra pareja a la cena de Nochevieja más chic y más cara de la ciudad.
Cuesta mucho ir a contracorriente, mucho, siempre. Por eso yo esta Navidad voy a seguir haciendo regalos a las personas que quiero. De todas formas, intentaré no dejarme llevar por el ambiente consumista que nos trasladan la televisión y los grandes almacenes durante estos días. No deberíamos de olvidadr que los regalos más importantes no son en absoluto caros y, si se hacen con el corazón, suponen siempre un acierto de pleno.
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