Un día coges y lo dejas todo, te compras un viejo velero con tus ahorros, lo restauras, y te lanzas a recorrer los mares, conocer mundo y vivir la vida con calma pero con intensidad. Y esto, que a mucha gente nos podría pasar por la cabeza en alguna ocasión, fue lo que hizo David Welsford, un joven de Nueva Inglaterra que no sólo lo pensó sino que lo llevó a la práctica.
En 2009 David Welsford adquirió el Lizzy Belle, un desvencijado velero sin motor ni mástil, de 28 pies de eslora (un poco más de 8 metros). Y, una vez restaurado, navegó hasta el Caribe y más allá, aún hoy lo sigue haciendo.
Navegación a vela y comunión con la naturaleza en todo momento, y una forma de vida en la que "menos es más", y lo verdaderamente importante es disfrutar de cada día, de las rutas y de la gente que conoce a través de sus singladuras.
Toda una experiencia en la que, como dice David Welsford, "Más que una casa grande lo que quiero es un espacio que me haga sentir a gusto".
Esta frase que David Welsford anota en su web resume perfectamente su experiencia vital y el por qué se embarcó en esta aventura, "Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta amarras. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos favorables en tus velas. Explora. Sueña. Descubre". Mark Twain.
A partir de la historia personal de David Welsford, el director Kevin A. Fraser ha creado un documental de poco más de ocho minutos en el que se resume su aventura y su experiencia vital, titulado Twenty Eight Feet: life on a little wooden boat, galardonado con más de 20 premios de los festivales internacionales de más prestigio.
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